La moda radiactiva

Maniquí con frasco de radio

Este artículo está dedicado a recordar algunos objetos de uso diario cuyo principal atractivo era la radiactividad.

Pese a lo que se podría creer, las modas radiactivas no comienzan en la «era atómica» de mediados del siglo XX, sino que se remontan al descubrimiento del radio, uno de los primeros elementos radiactivos de los que la ciencia tuvo noticia. Así que nuestra lista comienza mucho más atrás.

1903: el espintariscopio

En 1903, a Sir William Crookes se le cayó una muestra de radio que estaba estudiando y, al recuperarla, descubrió que si se la ubicaba muy cerca de una pantalla fluorescente de sulfuro de cinc se podían observar claramente las desintegraciones nucleares individuales de los átomos de radio. Sir Crookes las describió así:
…Al aproximar el radio a la pantalla, los destellos se vuelven más numerosos e intensos, hasta que, al encontrarse muy próximos, comienzan a repetirse tan rápidamente que la superficie parece un mar turbulento y luminoso.
Construyó entonces un artefacto para observar este fenómeno, al que llamó «espintariscopio» (del griego spinth´ēr, ‘chispa, destello’). Era parecido a un catalejo muy corto y llevaba una muestra muy pequeña de bromuro de radio en su interior. En un extremo, a una mínima distancia de las sales de radio, iba la pantalla de sulfuro de cinc; el otro extremo tenía una lente para mirar los destellos.

Un objeto tan sencillo que permitiese apreciar la desintegración radiactiva a simple vista y que, además, producía un efecto óptico tan llamativo, no podía sino convertirse en un juguete científico de moda. Algunos malpensados agregan que este invento también tuvo mucho éxito en las reuniones victorianas entre damas y caballeros porque por lo general había que esperar un rato en la oscuridad para que la vista se adaptara y pudiese distinguir los destellos.

El material radiactivo de los espintariscopios de la época podía ser bromuro de radio, pechblenda o nitrato de torio, porque el radio era caro y escaso, y no siempre estaba disponible.

En defensa del espintariscopio hay que decir que no fue siempre un mero juguete o curiosidad, ya que en 1924, antes de que se inventaran dispositivos mejores, fue utilizado por Geiger y Werner para hacer estudios científicos sobre la radiactividad.

Los espintariscopios construidos en 1903 todavía funcionan, porque el radio se mantiene radiactivo durante miles de años. Sin embargo, al abrir uno de estos aparatos se observan consecuencias de la desintegración radiactiva que lentamente lo va deteriorando.

Comienzos del siglo XX: el reloj fluorescente

Agujas de reloj con pintura de radio, iluminadas con luz UV
Agujas de reloj de los años 1940–1950 tratadas con
pintura radiactiva, vistas bajo una luz UV usada para
excitar la fluorescencia (al decaer la radiación, las agujas
ya no brillan por sí solas). Foto: Julien Simon
Durante las primeras décadas del siglo pasado el radio siguió siendo «la gran cosa» en la imaginación popular, y algunos productos llevaban la marca registrada «Radio» aunque no hubiese nada de elemento radio en ellos: simplemente, esa palabra evocaba algo moderno, energético y luminoso.

En el caso de los relojes fluorescentes, sería difícil averiguar cuándo se construyó el primero, pero estuvieron en boga en esta época. Se trataba de relojes de uso diario —de pulsera, despertadores, etc.— que tenían las agujas pintadas a mano con una pintura hecha de sulfuro de cinc y radio, lo que hacía que brillasen.
Pronto se descubrió que las trabajadoras que pintaban las agujas eran afectadas seriamente por el radio, aunque hay relojes con pintura de radio que datan, todavía, de los años 1960.

Los coleccionistas actuales pueden comprobar, con ayuda de un contador Geiger, que algunos de estos viejos relojes son más radiactivos que otros. Pero en general sus agujas ya no brillan debido al deterioro del sulfuro de cinc o a que el elemento radiactivo utilizado no era radio sino, por ejemplo, prometio-147 o tritio, que decaen mucho más rápido.

El irradiador de agua potable «Revigator»
Portada del manual de instrucciones del
dispensador de agua radiactiva Revigator, de 1928.
Este bidón de cerámica generaba gas radón,
que volvía radiactiva el agua.

Década de 1920: el agua irradiada

Durante esta década y parte de la siguiente se puso de moda tratar el agua potable con gas radón. ¿Para qué? Para tomarla, por supuesto. Porque la radiactividad era curativa y salutífera a más no poder… o por lo menos eso se decía.
El argumento detrás de esta idea era que, como el agua mineral de fuente natural es a veces radiactiva en origen debido al gas radón, debía ser saludable. Pero esa radiactividad natural se perdía durante el traslado, la distribución y el tratamiento del agua, por lo que había que restituírsela.

Diferentes aparatos de uso doméstico se inventaron y comercializaron con este fin. Entre ellos estaban los dispensadores de agua radiactiva, que podían estar hechos de cerámica, de metal o de vidrio, y que iban recubiertos por dentro con algún mineral radiactivo, o provistos con un trozo de un mineral de estas características que permanecía en el interior del dispenser y entraba en contacto con el agua.
Se solía decir que este material era radio, aunque en la práctica algunos de estos artefactos usaban minerales (carnotita, torbernita) que contenían uranio en lugar de radio, pero que igualmente producían el efecto buscado: generar radón al decaer, irradiando el agua que se echaba en el dispenser.
Luego de esperar un tiempo prudencial para que el agua se «activara», el usuario podía extraerla por medio de una espita o canilla situada cerca de la base del aparato.

Otros inventos dedicados a irradiar el agua, los «emanadores», eran portátiles: se trataba de objetos mucho más pequeños, por lo general en forma de cono o cilindro, que contenían material radiactivo. Para irradiar cualquier líquido no había más que sumergirlos en él.
Estos artilugios se fabricaron y vendieron, con variantes, en casi todo el mundo civilizado: los hubo fabricados en Alemania, en Checoslovaquia, en Inglaterra, en Estados Unidos y en Canadá.

Publicidad gráfica de un lápiz de labios de
la línea francesa Tho-Radia, que contenía
torio y radio. Los cosméticos Tho-Radia
ganaron popularidad a principios de
la década de 1930.
También se comercializaba agua mineral previamente irradiada. Esto fue lo que hizo entre 1919 y 1922 la Great Radium Spring Water Company, sita en Massachusetts, Estados Unidos, que distribuía el agua en botellas.

Esta moda del agua irradiada solamente se aplacó un poco a partir de 1932 debido a la horrible muerte del atleta e industrial estadounidense Eben Byers, quien diariamente tomaba un elixir de agua destilada tratada con radio y torio llamado Radithor. Se calcula que Byers llegó a beber unos 1400 frascos de Radithor, lo que le causó múltiples tumores inducidos por la radiación ionizante. Fue enterrado en un ataúd revestido de plomo.
Sorprendentemente, el inventor y promotor del Radithor, William Bailey, no escarmentó ni fue a la cárcel. Luego del caso Byers, fundó en Nueva York una compañía llamada Radium Institute y comercializó una hebilla de cinturón radiactiva, un pisapapeles radiactivo y un nuevo mecanismo para irradiar el agua.

Estos productos vinieron a sumarse a la larga lista de mercancías radiactivas producidas en las décadas de 1920 y 1930: cosméticos de todas clases, jabones, dentífricos, pastillas, parches terapéuticos, anteojos, pomadas, pan, soda, chocolates, supositorios y hasta condones.

Década de 1930: la vajilla de uranio

Durante los años 1930 se fabricaron objetos de vidrio y cerámica radiactivos para uso diario, aparentemente solo por motivos estéticos.

Vidrio de uranio
Viejas piezas de vidrio de uranio. Foto: Nerdtalker
El vidrio de uranio podía contener uranio u óxido de cerio, y solía presentar un color verde o amarillo verdoso. Al iluminarlo con una luz negra (luz ultravioleta) produce una fluorescencia verde que lo delata.

En 1936, los consumidores de Estados Unidos fueron sorprendidos por una hermosa línea de vajilla para uso diario llamada Fiesta. Venía en cinco colores: rojo anaranjado, azul, verde, amarillo y marfil. Los platos de color rojo anaranjado, que eran los más caros, debían su color al óxido de uranio que se incluía en su vidriado.
Este óxido inicialmente provenía de mineral de uranio natural, y así fue hasta 1943, cuando las existencias de uranio de la firma fueron confiscadas por el gobierno de Estados Unidos, pues eran necesarias para la bomba atómica.

En 1959 la línea Fiesta resurgió, pero esta vez usando uranio empobrecido, que es un un residuo del enriquecimiento y del reprocesamiento industrial del uranio.

Varios otros fabricantes de vajilla cerámica de la década de 1930 utilizaron uranio para dar color a sus piezas, y también se lo usó para colorear azulejos.

1945 – década de 1950: la vida atómica

Para 1945 Estados Unidos disponía de bombas atómicas plenamente funcionales, por lo que el poder del átomo estaba en boca de todos. La «era atómica» había llegado: esto quería decir que en el futuro todo funcionaría con energía atómica, desde los aviones hasta las lapiceras. Por lo tanto, no era raro que apareciesen más productos radiactivos, aunque los elementos asociados popularmente a la radiactividad serían, no ya el radio, sino más bien el uranio y el plutonio.

Gilbert Nuclear Physics Atomic Energy Lab
El U-238 Atomic Energy Lab de la firma Gilbert fue un
juguete que se vendió en Estados Unidos entre 1950 y 1951.
Los materiales para hacer los experimentos eran de baja
radiactividad, pero auténticos. Foto: Webms

Las bujías radiactivas Firestone

Alrededor de 1945, la empresa Firestone lanzó al mercado unas bujías con polonio-210 (hay que decir que en 1929 ya se había patentado un modelo, pero no parece que se haya fabricado). La idea detrás de las bujías Firestone era que las partículas alfa emitidas por el polonio ionizarían el gas alrededor de la chispa, dándole más duración y por lo tanto mejorando el arranque del motor.

En realidad, como el polonio-210 tiene una vida media de 138 días, es probable que el tiempo, si no la mugre, inutilizaran bastante rápido cualquier posible efecto de las partículas.

El Anillo Bomba Atómica del Llanero Solitario y otros juguetes para niños

En 1947, si un niño estadounidense llevaba al almacén una tapa de cereales Kix y quince centavos, recibía el Anillo Bomba Atómica del Llanero Solitario. Este era un anillo dorado de 2 cm y medio de alto que, en el lugar donde un anillo normalmente lleva una piedra preciosa o adorno, tenía un pequeño objeto plateado en forma de cohete-bomba. Este era en realidad un espintariscopio en miniatura que funcionaba no con radio, sino con polonio-210, que decae en 138 días, por lo que es de imaginar que ninguno de los anillos en poder de coleccionistas funciona hoy, aunque debieron funcionar en su momento.

Otro juguete popular, el juego de química, tuvo versiones radiactivas durante los años 1950. Las cajas del juego podían traer, por ejemplo, un frasquito de mineral de uranio auténtico, un espintariscopio, un folleto sobre la energía atómica…

Década de 1970: el marcapasos de plutonio

Si bien algunos artefactos de uso habitual contienen materiales radiactivos aún hoy (como los detectores de humo o los cepillos antiestáticos), es altamente improbable que se venda algún objeto que contenga plutonio, ya que su uso no está permitido.

Sin embargo, en algún momento de la década de 1970 se comercializaron marcapasos que funcionaban con una pila termoeléctrica de plutonio. De acuerdo con el Laboratorio de Los Alamos, todavía quedan usuarios que tienen implantados estos aparatos, que funcionan con plutonio-238. El gobierno de Estados Unidos requiere que cuando dejen de ser útiles se los remita nuevamente a Los Alamos, pero no todos irán a parar allí... puesto que también se los fabricó en la U.R.S.S., detrás de la antigua Cortina de Hierro.

2 comentarios:

  1. Excelente como siempre, muy completo el informe.

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    1. ¡Gracias! En determinado momento existieron tantos productos intencionalmente radiactivos que lamenté no poder comentarlos ni iustrarlos a todos aquí.

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